El ser humano en su lucha por
lograr metas va acumulando una serie de cargas emocionales, que luego de ir
logrando dichas metas se nos va haciendo imposible dejar atrás el cúmulo negativo que tenemos.
Es como cuando vamos logrando
conocimiento, preparación profesional, mejores trabajos, siempre solicitados
como los de mayor demanda., si bien todo esto es hermoso, lo es mucho más
cuando el tiempo nos permite ver que el mayor premio para un ser humano es
dejar su legado.
Un legado donde no sea vital
ser recordado con lo excelente que fuiste con el instrumento en las manos,
sino, por la forma que te diste y le serviste a tus generaciones que buscan un
espacio para ir logrando sus metas.
Lograr estar consciente que
Dios nos premió con grandes dones pero que estos no son eternos. Que debemos
compartirlo, servir de guía a quienes anhelan seguir nuestras huellas, y algo
muy importante, aprender a movernos.
Cuando la vida nos indica que
debemos movernos significa que nuestra misión en esa dirección ha terminado,
que ya no seguiremos siendo cabeza de
león, que nuestra gran misión ahora es ir bajo las sombras del Altísimo y
aprender a servir en lo máximo.
Que pongamos nuestra mirada en
servir, que el tiempo de que nos sirvan ha terminado, que ahora el amor y la
compasión deben ser nuestros estandartes.
Aprender amar sin buscar nada
detrás, a brindar una sonrisa de aliento, un apoyo del alma, un sentir donde la
persona sienta nuestra inquietud y amor por servirle.
No importa que tan alto
sientas que estás, sea cierto o no que finalmente te lo hayas creído, de todas
formas nunca alcanzarás la estatura de
una humilde yerbita de un jardín.
Que por mucho que te afanes en
tocar, en exhibir todo lo que dices tener, el vecino prefiera escuchar el
cantar de un ruiseñor, de una cigüita palmera,
y que eso te sirva de lección para que entiendas que a medida de ir
creciendo debemos ir menguando el ego, el anhelo a estar en primera fila, y que
podamos lograr ser honrados con la dulce melodía de la madre naturaleza en una
noche preciosa donde nos muestra su grandioso poder y su luz penetrante que nos
empequeñece al mirarla.
Que la sinfonía que llega a tu
alma sintonice el centro de tu ser, de tu sentir y logres entender que darle a
quien no tiene nada es el mayor privilegio que nos da el creador y su mayor
recompensa será enseñarnos cada día a dar hasta que nos duela, aunque no tengas
nada que dar lo tienes todo.
Que al mirar a nuestro
alrededor la vida nos premie con seres humanos especiales, desconocidos,
sufridos, humillados, pero con el alma llena de amor, dignidad e integridad. ¡Cuanto
he aprendido! de esos héroes que se acercaron a mi pensando que yo era su
maestro y resulta que son ellos mis maestros, me han dado todo a cambio de nada.¿No es esto ser bendecido en grande por el Creador? Pues claro que lo es….La
gracia de Dios nos debe arropar el alma.
Mi mayor premio ha sido
aprender a servir, me siento honrado de servirle al Creador y a ti que eres mi
semejante. Abrazos del alma….descansa estos días. Juan Colón con amor de mi alma.
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