El universo nos abre sus puertas para penetrar, caminar y
dejarnos enormes enseñanzas, estas sólo seguirán abriéndose en la medida de
cómo nos vamos empequeñeciendo ante su magna presencia.
Es la vida solo un soplo fugaz, que se hace eterno cuando el proceso de
la negación con nosotros mismos se hace consciente.
Llevar el alma ante el santuario de la Madre Naturaleza y amarla con
todo lo puro que podamos tener es aceptarla como el libro abierto del Creador
ante nuestros ojos. Si no somos capaces
de amarla, nos seguiremos negando a
nosotros mismo. Amar nuestra Madre Naturaleza es el comienzo de la apertura de
nuestra conciencia al respeto máximo que nos demanda la Vida para la
emancipación humana.
Nos envía señales grandiosas a través de hermosos seres en nuestro
entorno y nos da las llaves para aprender amar esos seres con el alma y el ser.
Porque a través de esos seres luces que vienen vestidos de sencillez se
esconden los entes de luz, amor y enseñanza que nos envía el Creador para aprender
a transitar nuestro sendero.
No hay
sustitutos para caminar, es aprender a
llegar al desierto del alma encontrar el manantial para recuperar
fuerzas y tomarnos el refrigerio para seguir la ruta hacia nuestra negación
absoluta.
A través del sonido llega la belleza de mis semejantes, las profundas
enseñanzas y la partitura universal para entonar y afinar el canto celestial a
su majestad. La rendición final ante nuestro Dios.
Si logramos entender el proceso del desprendimiento, lograremos
comprender mejor el plan de Dios con nosotros y de hecho encontrar las
herramientas para seguir en pos de nuestra negación absoluta.
Una vez
en el camino podemos ver con gozo y humildad que somos peor que nada delante de
la majestuosidad del sonido dentro del silencio y detrás de la oscuridad
podemos ver la luz del silencio de nuestras almas, buscando la unificación de
lo oscuro con lo diáfano; para manifestar la sublimidad del alma y el espíritu
cantando el himno del amor en el alma .
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