En la música popular de nuestros países latinos tenemos algo en común: bailamos nuestra música y basado en ese baile definimos el curso hacia donde esta va.
Si escuchamos los grandes himnos de la música popular de Venezuela, Cuba, México, Argentina, y los demás países podemos ver que los bailes de cada folklor son hermosos, sensuales y cadenciosos.
En todos esos países cuando un hit se convierte en todo un acontecer en lo musical y el gusto del público, podemos observar que al seguir interpretando esas canciones se cuida mucho de no distorsionar de su realidad la velocidad del tema.
En nuestro país, desde los tiempos mas remotos, los grandes hits del merengue típico, y mas tarde el merengue de orquesta, son tocados al ritmo cadencioso del caminar de la mujer donde se manifiesta su independencia y personalidad.
Trío Reynoso, Ñico Lora, Bartolo Alvarado, Rafaelito Román, Francisco Ulloa, luego, Luis Alberti, Johnny Ventura, Félix del Rosario, Rafael Solano, y mas tarde los del merengue romántico logran grandes éxitos que todavía al escucharlo sentimos la belleza y musicalidad de dichos temas.
De repente empezaron los merengueros de los ochenta a darle un aceleramiento a su temas de tal manera que se hizo prácticamente imposible su baile, sus encantos, y poco a poco el oyente perdió la sincronización entre el tema y su sentir por el baile, en otras palabras se esfumó la química existente, creando esto un vacío en el baile que dio al traste con el sensualismo dando lugar al sexualismo de la mujer donde ya deja de sentir la música y decide exhibir sus encantos como forma de hacerse sentir bien.
Si comparamos temas como: Weo, La Quiero a Morir, Cabecita Loca, Los Rosarios, notaremos que la velocidad de los temas tocados en vivo terminó de sacar del salón de baile a los que lo disfrutaban y de hecho se perdió la conexión merengue-oyente.
Esto causó que le abrieran las puertas a otras expresiones como una manera de reencontrarse con su música, pero todo fue muy efímero y hoy día lloramos sin saber la respuesta de las razones por las que el merengue está en crisis.
Escuchando otros ritmos podemos ver cómo cantantes de la talla de Gilberto Santa Rosa, Victor Manuelle, cantan sus temas con la misma velocidad de cuando los grabaron, y de nuestros artistas solo Juan Luis Guerra mantiene la velocidad de sus temas y su forma de cómo se grabaron.
Aquí tenemos dos preguntas: ¿Se debe respetar el tema en su forma de cómo fue originalmente un hit? ¿Significa este aceleramiento una falta de respeto al público y/o una muestra de arrogancia del artista?
Cualquiera que sea la respuesta, algo estamos haciendo que hemos entrado a una bajada donde los frenos no están funcionando. Se hace música para bailar manteniendo el bailar con ansias de sentirlo y disfrutarlo a plenitud, la relación bailador-música tiene su forma misteriosa de convertirse en el disfrute que los hacen vivir la música con alma y corazón y el disfrute de los pies.
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