Es una expresión que se usa en lo
relativo a la parte musical, significa juntarse para tocar, en especial aplicable
al jazz, donde se tocan los temas y cada uno improvisa, compartiendo turnos y
así se va perdiendo el miedo, ganando confianza y mirándose a si mismo para ver
las grandes lagunas que deben ser reparadas.
Las ventajas del Jameo son muy valiosas, en realidad porque mientras más
podemos tocar con personas preparadas a nuestro alrededor eso nos ayuda y nos
sirve de inspiración para seguir el sueño de aprender a improvisar.
Podemos ver las herramientas que todavía no tenemos con nosotros, las
que más debemos esforzarnos en tenerlas, y así vamos viendo el entorno real de
lo que significa ser un buen improvisador.
Es una práctica muy usual en los Estados Unidos, es mucho más fácil
encontrar pianistas, bajistas, bateristas, disponible para juntarse y dar
rienda suelta al gran deseo de aprender a usar todos los aspectos que encierra
esta complicada cultura musical.
Las desventajas también son muchas, podemos encontrarnos con personas de
mejor preparación pero muy pobres en cuanto a lo humano y empiezan a corregirte
haciéndolo muchas veces de manera humillante, arrogante, gritándote que te saliste de la armonía, que
perdiste la sincronización rítmica, que te perdiste con la melodía, llegando en
muchos casos a quitarte el turno y a seguir tocando por donde tu venias.
En mis comienzos fui victima de esa práctica inhumana y al cabo de los
años descubrí que dos de los músicos que me hicieron eso en realidad
improvisaban de oídos nada más.
El corregir no tiene nada de malo, es algo correcto si se hace con
respeto. Hay que tomar en cuenta que la otra persona es un ser humano también y
que siente y padece al igual que tu, por lo que debes pensar un poco en como te
gustaría que te llamaran la atención de manera pública.
Una corrección humillante puede
truncar toda una carrera, no todos los seres humanos tenemos el don de saber
corregir, tampoco no todos tenemos la capacidad de aceptar correcciones
humillantes sin que estas nos hagan daño.
Por muchos años tuve terror a improvisar, sentía el peso del dolor en mi
alma, y a través de leer muchas vidas de grandes hombres, profundizar en la
capacidad humana de herir, de regocijarse con el dolor ajeno, fui entendiendo
que jamás lograría tocar lo que me hacía sentir feliz hasta que me aceptara a
mi mismo con mis virtudes y defectos.
Tocar bien es una tarea titánica que solo el progreso con nosotros
mismos se convierte en el alimento que
nos lleva a seguir persiguiendo nuestros sueños de tocar bien.
Existen músicos que ya tienen una predisposición para el desarrollo de
la improvisación, pero aun a sabiendas de ese don, tienen que estudiarlo para
perfeccionarlo y eso toma años de práctica que implica una disciplina férrea y
fuerza de voluntad inquebrantable.
Por eso exhorto a todo aquel que busca sus metas que no desista, que no
deje que el desanimo haga presa de su fuerza de voluntad, que mantenga en alto
el coraje para seguir en pos de la realización consigo mismo, tocar bien.
Es una especie de sacerdocio sin perder la realidad de si mismo, soñar
es el alimento del alma, y para nosotros los que estamos ya avanzados en años seguimos
con esa ilusión dentro que por conveniencia de los años le hemos cambiado el
nombre.
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