“Mientras más conozco al ser humano más amo
mi perro”. Conocida frase que puede sonar inhumana, al referirse amar más a un animal que a un ser
humano.
Pero nada más lejos de la verdad. Nos hemos
individualizado tanto que hemos hecho del Ego el Dios de nuestras vidas, y
somos capaces de usar los más increíbles disfraces para ser tomados en cuenta
sin importar quien caiga.
Destrozamos seres honestos, talentosos, íntegros,
solo porque somos quienes tenemos el timón del barco agarrado.
Seres
humanos que a duras penas pueden poner los pies en el suelo al despertar, seres
que están agotados de tanto luchar, seres que apenas pueden comer el pan de
cada día con precariedad, personas con una regia preparación académica pero no
tienen “el don” de venderse por lo que no son, se venden por sus valores pero
por estos mismos son pisoteados, ignorados, burlados, y luego nos preguntamos. ¿Vale
la pena seguir luchando?.Dentro del dolor que se siente creo que si, que vale la pena luchar, al final la esperanza es que la Justicia Divina hablará
con sus leyes.
En mis momentos de silencios, las grandes preguntas que rondan mi sueño, al
despertar el canto de un pajarito, la luz de un amanecer y la fiel mirada de mi
amado perro me hacen recordar que solo detrás de las simplezas del vivir están
las grandes lecciones del Creador, y estas no vienen disfrazas porque son las
lecciones que necesitamos para proseguir nuestra ruta y aprender a caminar en
pos de nuestro gran encuentro.
Mientras
tanto, seguiremos viendo como todo es basado en un acto de conveniencia,
siempre favoreciendo al que está por encima, a quien supo venderse y entrar al
rol de los beneficiados.
Hermanos
mío, nunca pierdan las esperanzas, quizás
en nuestro sano juicio no veremos el beneficio de haber luchado. Soy de los que
jamás claudica, porque si claudico dejaría de creer en la Justicia Divina y si
dejo de creer en ella, entonces si se que no vale la pena luchar.
Creo
firmemente que todo obedece a un orden divino, el cual no puede ser entendido
con nuestra lógica, ni nadie tiene la respuesta. Esta se encuentra en el seno
de cada ser, cada corazón, cada alma tiene un camino que recorrer y este se
logra solo, en este camino no existen
máscaras, prebendas, posiciones, solo el Gran Creador y tu…Si logramos abrirle
las puertas del alma el entra y nos da el refrigerio para curar el alma y
seguir el interminable sendero del ser.
Escuchar
el sonido maravilloso de un adagio de Wagner, Mozart, Beethoven, nos lleva a
entender que detrás de estas geniales piezas musicales, con sencillos
movimientos de negras, blancas y redondas sentimos el orden de la Divinidad
manifestada en un pentagrama.
Al observar el rostro de mi perro cuando nos
sentamos a escuchar estas grandiosos adagios sentimos la sincronización entre
orden, alma, silencio y amor del eterno Creador.
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